Es bastante difícil de predecir lo que tenía en mente el Kremlin cuando inició la ofensiva, pero los expertos apuntan a que su intención era una operación militar rápida y que no se extendería por semanas o meses.
Esto no ha sido así y finalmente ha pasado a ser una brutal guerra de desgaste para asfixiar a Ucrania privándola de suministros, bloquear el acceso al Mar Negro y eventualmente provocar hambruna. Esto supone para Rusia una inversión larga y costosa para mantener las operaciones militares en municiones, maquinaria militar, combustible y comida para las tropas. Y no solo esto, las sanciones económicas de occidente están dejando sus fuentes de divisas bajo mínimos:
- Bloqueo de reservas de divisas internacionales del Banco Central Ruso.
- Congelación de activos en la UE de Putin y cientos de políticos rusos y decenas de oligarcas.
- Restricciones al sector energético ruso.
- Limitación acceso de las entidades rusas a principales mercados de capitales y no suministro de Euros a esta economía.
- Desconexión de 7 bancos rusos al sistema de transacciones bancaria SWIFT.
- Prohibición de exportación de industria siderúrgica, aeroespacial y artículos de lujo a Rusia.
- Cierre del espacio aéreo a los aviones rusos.
- Limitación de visados y pasaportes diplomáticos.
Además de la posible interrupción de la compra de gas y petróleo por parte de la Union Europea.
A todo esto se suma la salida de unas 400 empresas occidentales en el país.
Todas estas medidas han hecho que el rublo se desplome, la bolsa de valores esté casi un mes cerrada, las tasas de interés se duplicaran y una inflación desbocada. Estimaciones hablan de una caída de su economía de entre el 7 y 15 % este año.
La industria rusa se está paralizando. “sostiene Muronov”
La perspectiva de futuro para Rusia puede resultar nefasta, todas estas sanciones hacen mella directamente en su economía y desarrollo ya que va a quedar aislada de sus principales socios comerciales, excepto China y Bielorrusia. Por lo tanto quedará dependiente por completo de China.
Para el resto del mundo, no va a ser un camino fácil tampoco, esto tendrá unas consecuencias importantes así como un cambio en el paradigma y modelo económico y geopolítico.
Este hecho pone freno a la globalización, que ya comenzó su decrecimiento en la pandemia cuando los problemas de suministro por las retracciones de movilidad hicieron evidente la importancia de disponer de los productos básicos más cerca, incluso resultando precios mayores.
Esto pone de relieve el nuevo orden mundial venidero: fin de la dinámica deflacionista de los últimos 40 años basada en la integración económica mundial dando paso a favorecer la independencia industrial y energética acusada en el caso de Europa por la fuerte dependencia del gas y petróleo ruso.
Todo este cambio y adaptación supondrá años duros de inversión en infraestructuras y aguantar precios de energía hasta 6 veces superiores a los precios previos a la pandemia así como el aumento del gasto militar.